Para Javier Barreiro y Matías Hidalgo,
tangueros amigos ahora en Buenos Aires.
Te pasaste treinta agostos de una esquina hasta otra esquina
sin saber que era una mina, ni una copa, ni un café.
La yugabas como un burro y amurabas meneguina practicando infantería de tu casa hasta el taller. Fútbol, timbas y carreras eran cosas indecentes, sólo el cine era tu vicio... si podías garronear. Y una vuelta que asomaste los mirones por Corrientes al marearte con sus luces te tuvieron que auxiliar. Hijo de "Quedate quieto" y la zaina "No te muevas", nunca, nunca te rascaste ni teniendo el sarampión... Flor de chaucha que en la esquina no ligaste ni una breva porque andabas como un longhi chamuyándolo al botón. No tenías ni un amigo, "que el buey solo bien se lame", según tu filosofía de amarroto sin control. Y amasabas los billetes como quien hace un salame laburando de esclavacho, como un gil, de sol a sol. Hoy te veo engayolao... Te chapó una solterona que podría ser tu nona y que es toda tu pasión... Y seguís amarrocando para que ella, tu monona, se las dé de gran princesa a costillas del chabón. En el banco de la vida al final siempre se pierde, no hay mortaja con bolsillos a la hora de partir. Vos, que no sabés siquiera de un final "bandera verde", aclarame, ché amarroto... ¿para qué querés vivir? |
Letra: Miguel Bucino
Música: Juan D´Arienzo
Intérprete: Alberto Echagüe
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