sábado, 19 de octubre de 2013

Viñas



Tras la tormenta, anegados los campos, reverberan las vides con un brillo esmeralda que se refleja, dichoso y límpido, en la espalda de la tarde que huye.

Asciende invisible desde el lecho de barro, por entre los pámpanos, sarmientos y frutos derribados por la cólera inmisericorde del agua, un rescoldo de calor húmedo, como de légamo en ebullición, que se asienta con furia sobre la piel y la mirada del hombre atónito, labrador vencido en medio del desastre.
 
Contemplada desde el otero, la verde planicie semeja un mar amaneciendo camino de cobrarse algún naufragio, inciertos senderos de agua los surcos que se pierden hacia ninguna parte, hasta donde la vista alcanza. 

Imagen: re-moto.com

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