domingo, 18 de octubre de 2015

"La mirada oblicua" 1 ("Escrito en negro")


Con el permiso expreso de su autor, el periodista y escritor Martín Olmos, a quien le agradezco de veras su generosidad, comienzo hoy una serie de cuatro entregas consecutivas en las que se relata el capítulo "La mirada oblicua" del libro Escrito en negro (una tarde con la canalla), publicado por pepitas de calabaza ed. en 2014.

Dicho capítulo está encabezado por la siguiente cita:

“Al Bizco del Borge se le atribuía por obra de su defecto ocular prodigiosa puntería”.
Lorenzo Silva

1

A Luis Muñoz García le decían por bizcuerno el Guiñao, y como no tenía que cerrar un ojo para apuntar, disparaba con la puntería de Satanás. Una vez que se la discutieron, puso en la mesa lo de una talega de duros y se los empeñó a que le acertaba a la veleta del campanario desde el extremo más alejado del pueblo. La apuesta juntó al gañanaje, que se llevó el botijo, y el Guiñao cebó la chimenea de su fusil de mecha, se chupó el dedo de señalar para ver de dónde le soplaba la brisa, puso los dos ojos zainos en convergencia y le metió una bola de cobre en el centro de la barriga a la veleta de gallo, que desde entonces ignoró el viento. Después recogió la ganancia, convidó los chatos y le rompió la cara a uno que insinuó que el tiro le salió suertudo. Es que Luis Muñoz García, además de bizco y artillero, salió camorrista de pesebre, igual de valiente para la pelea que maula para trabajar, hombrón de buena talla, que como le quedaba lejos el suelo no le tuvo afición a agacharse para recoger la uva, borrachuzo, faldero, asmático y medio teniente del oído derecho. 


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