miércoles, 6 de mayo de 2015

Entonces


Entonces hablábamos un poco de todo: del tiempo que haría en ultramar (nos gustaba imaginar tormentas sobre los árboles, un fragor de monos y cacatúas buscando refugio del agua violenta), de los últimos récords de atletas como dioses, de marineros cetrinos muertos lejos de casa, atacados por fiebres exóticas en el trópico, abandonados en un océano de hielo, de los bellos nombres de algunas ciudades: Samarcanda, Valparaíso, Sidney, Vancouver, Maracaibo...
Bebíamos cerveza y anís y, como es natural, terminábamos algo borrachos, desbarrando más de lo corriente.
Digo yo que nos queríamos.
Después, cada uno a su casa a seguir soñando las mentiras que apuntalaban nuestra existencia en derrumbe.

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