domingo, 29 de agosto de 2010

Serpientes de agua



7. Megástenes me ha hecho saber que, en el Mar Índico, vive un pez invisible en vida, quizá porque habita en las profundidades, pero que sube a la superficie a su muerte. Quien lo toque se desmaya en un primer momento, para morir a continuación.
Si alguien pone el pie encima de una serpiente acuática, aunque no reciba ninguna mordedura, pierde la vida sin remedio, según afirma Apolodoro en su obra Acerca de animales venenosos, porque sostiene que con el mero contacto se produce la corrupción; por cierto, que a quien trata de curar o de cuidar al moribundo, sea como sea, le salen llagas en las manos, tan sólo por haber tocado a quien pisó una de esas serpientes. Aristóxeno narra que, cierta vez, un hombre dio muerte a una víbora con la mano y, a pesar de no haber recibido ninguna mordedura, perdió la vida; también agrega que la túnica que ese hombre vestía al matar al reptil se pudrió al cabo de poco tiempo.

Claudio Eliano
De natura animalium, Libro VIII

4 comentarios:

  1. Me imagino el rosario de terrores sudados que me hubiera provocado la lectura de una historia como ésta en algún agosto de mi infancia. Y aun ahora... Fantástico pudridero el que destila Claudio Eliano.
    Un abrazo.

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  2. Esta entrada, me cortó el cuerpo Elías, padezco afidofobia, pero a unos límites increíbles. Veo tu entrada la leo y de verdad me dan ganas de llorar, sudo, abro los ojos de par e par y el oido como un gato, es como si fuera a caer sobre mi.
    La verdad no me haría falta tocarla para morir, con tenerla cerca, mi corazón no lo resistiría.

    Ya ves unos de mis puntos débiles.

    Un beso.

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  3. La verdad, Daniel, es que dan un poco de respeto. Puede ser que esa fobia genralizada contra ellas se deba a que son de sangre fría, de piel fría, de mirada fría.
    No sé.
    Pero los textos de Eliano siempre -al menos, a mí- me atraen mucho, con esas miradas sobre los animales tan diferentes a como los vemos ahora.

    Un abrazo.

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  4. Vaya, Lola, pues ya sé de tu punto débil con el reino animal.
    A mi me fascinan y me repelen a partes iguales.
    Me producen, al tiempo, respeto y admiración.
    Creo que los síntomas se pasan con una cervecita fresca y un espeto de sardinas.

    Un beso.

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