Entró un ejecutivo en El Parnaso, —un Pub Piano—, y le dijo al camarero: —¡Un güisqui! Al punto, un mono camorrero vino a meter los güevos en el vaso.
Al mozo de la barra expuso el caso, y éste cargó otra vez el vaso entero. Repitió el mono el gesto hasta un tercero; siempre con mala leche y pronto paso.
Volvió a exponer sus quejas el clïente, y el mozo le indicó muy cortésmente que el dueño de aquel mono era el pianista.
—Sabe por qué se lava, compulsivo, los güevos en el güisqui— dijo, altivo, el hombre al abstraído concertista.
—Así, sin partitura y de momento... Si usted la tararea, yo lo intento.
(Viejo chisneto que me ha venido a la memoria al leer la entrada.)
Sí, es un club de alterne y además prepara sus combinados con tinta de garrafa. Un fuerte abrazo, poeta.
ResponderEliminarEn ese club, ocurrió lo que aquí se cuenta:
ResponderEliminarEntró un ejecutivo en El Parnaso,
—un Pub Piano—, y le dijo al camarero:
—¡Un güisqui! Al punto, un mono camorrero
vino a meter los güevos en el vaso.
Al mozo de la barra expuso el caso,
y éste cargó otra vez el vaso entero.
Repitió el mono el gesto hasta un tercero;
siempre con mala leche y pronto paso.
Volvió a exponer sus quejas el clïente,
y el mozo le indicó muy cortésmente
que el dueño de aquel mono era el pianista.
—Sabe por qué se lava, compulsivo,
los güevos en el güisqui— dijo, altivo,
el hombre al abstraído concertista.
—Así, sin partitura y de momento...
Si usted la tararea, yo lo intento.
(Viejo chisneto que me ha venido a la memoria al leer la entrada.)
Abrazo a ambos.
Pero viejo que es el chiste, querido Antonio. aunque me ha gustado volver a recordarlo. Abrazotes.
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